Cuando tengo que llevar el coche al taller porque algo no funciona, siempre me invade cierta inquietud ante las explicaciones que me dan sobre las reparaciones efectuadas.
Esta inquietud disminuye cuando voy a un taller que conozco de otras ocasiones, pero aún así, por mucho que me empeñe en intentar descifrar el jeroglífico que me plantean, me limito a pagar y cuando arranco intento disfrutar de mi coche como si fuera otra vez nuevo.
Esta situación es parecida al momento en el que alguien me plantea que quiere hacer una obra. En esta ocasión yo soy el mecánico.
Entiendo pues el agobio que aparece cuando uno se plantea hacer una obra.
Esa desorientación se puede tornar en un buen plan si te pones en contacto con alguien que te pueda llevar de la mano en todo el proceso.
Hay una práctica muy habitual en nuestro entorno que es el hacer obras sin criterio y al tran-tran:
Uno llama a un albañil que conoce algunos instaladores y tras hacer un presupuesto de una obra cuyo alcance ha sido apalabrado entre un propietario y un albañil comienza la obra sin mas.
La falta de previsión, experiencia y criterio a la hora de proyectar espacios, tramitar permisos, en el cálculo de instalaciones o estructuras, y la falta de recursos y capacidad de reacción ante problemas que surgen en todas las obras suelen hacer que etas historias terminen con un final fatal, si es que terminan.
Los inciertos presupuestos que al inicio de obra parecían claros, en el transcurso de la obra han variado sin concreción,
Os voy a contar mi experiencia como Arquitecto en este tipo de situaciones. Os quiero transmitir que hacer una obra puede ser agradable. Siempre que tengas claro que, sin una buena previsión, proyecto y planificación de etapas y economía es imposible desarrollar y terminar satisfactoriamente ningún trabajo.
En las obras de reforma se establece una relación intima entre quien necesita hacer la reforma y quien la organiza. Esta relación surge en el momento en que el propietario pone encima de la mesa sus inquietudes y al otro lado de la mesa debería haber alguien escuchando, tomando notas y transformando los requerimientos en propuestas de cambio, bien mediante planos o bien mediante un documento elaborado con la especificación de todas las unidades de obra, bien detalladas y presupuestadas.
El tiempo empleado en definir bien la propuesta, en hablar, en pensar, en investigar, en cambiar de opinión, es un tiempo muy bien utilizado, es agradable involucrarse en lo que va a ser tu nuevo espacio, con alguien que te pueda asesorar y guiar para que todo vaya fluido y no haya sorpresas.
Un coche funciona bien o mal.
Una vivienda, un local comercial, un restaurante, una oficina, son espacios en los que vivimos, en los que sentimos, y esto no se debe tomar a la ligera. Y si además, el hecho de estar bien asesorado hace que el producto final sea económico y bien planificado mucho mejor!
Seguramente si yo quisiese “tunear” mi coche no lo dejaría en manos de cualquier mecánico, tampoco creo que estudiase mecánica de coches y carrocerías con un módulo de sonido, lo que haría, sería buscar gente competente en quien pudiese confiar para entre los dos dejar mi coche bien bonito.
Si existe la posibilidad de visitar espacios ya transformados será mas fácil ampliar criterios sobre climas, colores, ambientes, materiales.
Antes de decidir que constructor va a intervenir en la obra es conveniente hacer un comparativo de precios de las unidades de obra que previamente se han proyectado. De esta forma será fácil elegir al constructor que quieras que te haga la obra y esto garantizará un buen resultado.
Esto no es un misterio, es la única forma de evitar que lo que puede ser una experiencia muy satisfactoria pueda convertirse en una pesadilla muy cara.
Os animo a que, si estáis interesados en transformar algún espacio os pongáis en contacto con un arquitecto que os hará áas fácil la vida.
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